Una ruta para una revolución de la Educación en Venezuela
A diferencia de lo que piensan muchos educadores y familiares de los educandos, e incluso de muchos dirigentes del medio educacional, hoy día existe mucha mayor comprensión de los procesos del aprendizaje de las personas. Y los diferentes estadios de desarrollo de los seres humanos, así como muchos estudios y experiencias de los procesos de la enseñanza y de la influencia y efectos sobre los aprendizajes de las personas.
Esto es una buena noticia.
La otra buena noticia es que hay mucha práctica en el mundo sobre todos estos temas y como sucede con la mayoría de las cosas de las que se ocupan los investigadores, también hay mucho conocimiento y tecnología derivados de tales estudios, así como de la integración con otros campos del conocimiento y del desarrollo de las tecnologías.
La mala noticia es que lamentablemente la inmensa mayoría de las personas asociadas al medio educacional y al medio político y de dirigentes de las políticas educativas desconocen casi por completo las implicaciones profundas que estos avances en materia de investigación y aplicaciones al campo de la educación.
Sin embargo, en Venezuela está claro que no estamos ante una situación sencilla de abordar sin considerar la enorme complejidad que rodea la actividad educativa, sobre todo en tiempos en los cuales la Patria es blanco de una arremetida externa e interna en contra no sólo del Gobierno Bolivariano, sino sobre la casi totalidad de la población de nuestro país en todos los terrenos que podamos mencionar. La misma está teniendo sus efectos de la manera más cruel no solo en lo económico y social, sino en la mente y las emociones de buena parte de la población. El panorama de la educación desde nuestra perspectiva (visto como actividad de la sociedad en su conjunto) no es nada halagador. Todo lo contrario.
De manera pues que, con mucha más razón y más premura, nuestra educación ya debe comenzar a transitar el camino del “educar para hacer”, (y con el hacer, reflexionar y comprender para transformar la realidad). Y así, de esa manera, superar la tradición de una educación que se limita exclusivamente a “educar para decir”. Tenemos en nuestro sistema educativo unas amarras al pasado, al siglo XIX más poderosas que la fuerza con la cual la Tierra mantiene a la Luna en su órbita.
En esa discusión de los fines de la educación en el capítulo concerniente al diseño el currículo, obviamente, se debe llegar a tratar lo relacionado con los contenidos. Entre los muchos asuntos sobre los cuales se necesita discutir tenemos el tema de los valores. Es necesario que el sistema educativo se plantee el objetivo de la formación y educación en valores como asunto de primordial importancia. La honestidad, la tolerancia, la gratitud, la transparencia, la coherencia, el compromiso, el respeto, la responsabilidad, la compasión, el amor, la voluntad, el patriotismo, la bondad, la humildad. En fin, los valores que la humanidad se ha construido colectiva e históricamente a lo largo de la evolución de la colectividades humanas y que son inherentes en casi todas las sociedades.
En ese sentido es que se insiste en que se debe discutir el planteamiento de los fines de la educación. Y así, hilar fino en esa discusión porque de lo que se trata es de poner a tono no sólo lo que asumimos como la educación, sino también lo que hasta ahora consideramos como el sistema educativo de nuestro país con las demandas de la cambiante, compleja y exigente sociedad que se construye en nuestro país.
De la misma manera, esta ruta a la Revolución en la Educación debe llevar a estudiar y discutir sin tapujos el papel de las instituciones que tradicionalmente están asociadas al quehacer educacional. Vale decir: las escuelas (el concepto de la unidad escolar, incluido la edificación). Igualmente, las asociaciones y gremios que se auto califican como defensores del tema educación docente, y que, sin embargo, cuyo único accionar se restringe y limita casi exclusivamente al tema de salarios y ubicación de puestos y cargos en empresas e instituciones educacionales y para nada se ocupan (nunca lo han hecho) de lo concerniente a la educación como tal (los temas pedagógicos a la luz de los hallazgos de la ciencia de la educación), ni a los sujetos del proceso educacional, los educandos y sus familias. Esto por nombrar, los temas más relevantes y evidentes.
En fin, el camino para la “revolución en la educación” pasa necesariamente por cuestionar todos los supuestos que hasta ahora siguen comandando la dirección del quehacer tanto del sistema educativo, como la práctica educacional en sí misma a todos los niveles. No es sacando de un “sombrero mágico” supuestas “soluciones” a los problemas complejos y actuales de la educación. Desconocer esa necesidad es hacerse la vista gorda, es mirar para otro lado, es pretender taponar el sol con un paraguas. No, ese no es el camino. Las frases hechas y/o adornadas, exponiendo siempre las afirmaciones basadas en las mismas concepciones de la escuela-fábrica, escuela-cárcel, no son suficientes hoy día, ni para explicar, ni para adelantar nada relacionado con la sociedad actual. Así que inaugurar nuevas edificaciones, comedores escolares, entrega de equipos tecnológicos o dotación “escolar” tradicional, o bien recuperación de las instalaciones no se puede considerar, por sí mismo, acciones de “revolución educativa” que sean efectivas para hacer avanzar la educación de un país en nuestros tiempos. Eso está muy bien a los fines de lograr concentrar un grupo de jóvenes en un mismo sitio, para que intercambien, socialicen y realicen actividades que les aporten a su crecimiento y formación, por supuesto. Así como en muchos casos reciban alimentación, hagan actividades de diversa índole que con suerte y dedicación los alejen de vicios y prácticas delincuenciales. Muy bien, pero no aportan significativamente a la enorme y compleja demanda de ciudadanos formados para esta sociedad que corre y mucho menos armados de conciencia para los tiempos revolucionarios que esperamos.
Así que la ruta no es hacer más de lo mismo. Se trata de poner en tensión, en cuestión TODO. Si, … todo lo que hasta ahora se está haciendo en materia de políticas públicas a través del sistema educativo.
Estamos en tiempos constituyentes, y ¿qué significa eso?, ¿asignar mas presupuesto al sistema educativo?, ¿incrementar la “matricula escolar”?, ¿realizar una mayor dotación de “canaimitas”?, ¿de colecciones de libros?, ¿incrementar el salario y facilidades laborales al personal docente?, ¿Arreglar los baños, o las puertas, o los pupitres, los bombillos, la cocina, las ventans, etc.? ¿eso es hacer “revolución en la educación”? ¿será suficiente? ¿No será la ocasión constituyente un espacio para ir más allá de la “dotación”, de las “mejoras” laborales, o del “cambiar el pensum de estudios” como se dice vulgarmente? Es decir, ¿para hacer de verdad, verdad revolución en la educación? ¿Será eso suficiente? ¿Es que no nos vamos a preguntar si lo estamos haciendo “bien”? ¿Es que no nos preguntaremos por qué después de veinte años de “revolución” cada día tenemos más jóvenes siguiendo el camino del individualismo, del egoísmo, de la delincuencia, de los antivalores humanos? ¿No nos vamos a preguntar por qué millones de jóvenes no están preparados para desempeñarse adecuadamente en la actual sociedad, y mucho menos para lo que se nos está viniendo encima, ni para los miles de retos que exige las transformaciones del proceso de cambios políticos y sociales de nuestra Revolución Bolivariana? ¿Por qué miles de jóvenes abandonan la escuela para irse a “trabajar” en actividades nada productivas aunque si les proporcionan algún tipo de remuneración que les aportan para “resolver”?
Supuestamente se ha estado proponiendo desde hace casi una década cambios en lo que llaman la “malla curricular”, y adelantado una serie de proyectos destinados a promover renovación en algunas instancias del sistema educativo. Sin embargo, las cosas tanto en el sistema educativo, como en la educación propiamente dicha siguen sucediendo de la misma manera que en las últimas décadas. Edificios para “dar” clases, los educandos agrupados en equis cantidad de alumnos por “salón de clases” contabilizados bajo un supuesto “criterio pedagógico”, quedando reducidos en dicho espacio reducido a ser receptores pasivos de un “programa” que aparenta ser avanzado. Un grupo de jóvenes pasan el día en grupos “recibiendo clases” basados en los mismos contenidos de información y/o de actividades para realizar para cada uno de ellos. Es decir, se asume una sola manera de hacer y comprender las cosas para todos y cada uno de los participantes de tal proceso. En síntesis, se mantiene el mismo modelo educacional del sistema fabril que tiene como meta uniformizar y estandarizar tanto la enseñanza como el aprendizaje sin tomar en cuenta lo que ya se conoce con mucha certeza: el aprendizaje es un proceso absolutamente intrínseco al individuo, absolutamente personal, y en consecuencia la instrucción y las actividades pedagógicas que se impulsan bajo la tutela del sistema educativo deben toma en cuenta dicha realidad humana para lograr resultados eficaces.
REVOLUCIÓN, yendo a la raíz del fenómeno educativo en toda su complejidad. En toda su significación