¿Es la escuela un edificio de “aulas”?¿Es la escuela un edificio de “aulas”?

“A los seis años interrumpí mi educación para asistir a la escuela” (frase atribuída a G. Bernard Shaw, 1856)

Esta es la pregunta obligatoria que  hacer y, por tanto, reflexionar  mucho en este siglo XXI. ¿necesariamente la escuela es un “plantel”? ¿Un edificio de aulas? ¿Una “fábrica de ciudadanos” al estilo de cualquier instalación fabril? ¡Son múltiples edificaciones? ¿Un depósito de niñ@s y de jóvenes para “cuidarles”?  En consecuencia, ¿qué sentido y qué rol juega la “escuela” vista desde la perspectiva de edificación en el proceso educativo de los jóvenes. ¿Educar implica necesariamente pasar por la edificación llamada “escuela”? ¡A fin de cuentas!,  ¿qué es la Educación?

¿Cuál o cuáles son los fines de la “educación”? porque de la respuesta que resulte, de la concepción que se tenga sobre la “educación”, proviene entonces el modelo de “edificio”, de instalación de la “escuela”, o bien, de la forma y manera en cómo se organice la actividad educativa de los jóvenes, y de los miembros de la sociedad en general.

El término educación proviene del latín antiguo educere, cuyo significado es guiar, conducir, sacar fuera…  en contraposición con educare, que significa alimentar, introducir, llenar…  De manera pues, que educación se compagina más con conducir, guiar, sacar fuera…   Sin embargo, pareciera que para muchos, muchísimos más de lo que quisiésemos, la educación se le consideran como una acción de alimentar, introducir, llenar, al educando de conocimientos, en virtud de que se apela al supuesto de que está “vacío”. Se introduce educación porque “no tiene”. También se ha denominado a esta concepción sobre educación bancaria, de acuerdo a la expresión acuñada por el famoso educador Paulo Freire (1921-1997) en su obra “Pedagogía del oprimido” (1970). En este caso el educando sería como un receptáculo, una cuenta bancaria al cual se deposita “conocimiento” por intermedio de “contenidos educativos”. En contraposición, con educación liberadora, en el cual el educando es sujeto de su propio proceso de crecimiento como persona. En contraposición a dicha concepción, Freire considera que la educación debe fomentar una visión crítica de todos los aspectos del mundo y de “conciencia de la realidad”.

Se trata de un debate tan antiguo como la existencia de la institución que conocemos como escuela. Podría ser más importante y más exigente que el simple hecho de ser un organizador y transmisor de contenidos. Podemos atrevernos en afirmar que es un debate que ha buscado comprender a lo largo de toda la historia de las sociedades y las diferentes cambios sociales, y revoluciones asociadas, entre esas dos concepciones al parecer opuestas.

Para las diferentes sociedades humanas la actividad educativa como hecho social se ha ido transformando y haciendo más compleja hasta llegar a los grandes sistemas educativos de hoy día, que incluyen, entre otras cosas, además de instalaciones y gestión de las mismas, los temas de carácter filosófico, metodológicos, tecnológicos, financieros, políticos y sociales de la práctica educativa en todas sus vertientes.

En seguida nos damos cuenta de la necesidad urgente que tenemos de promover una profunda reflexión sobre la influencia e impacto de lo cambiado que resulta el mundo que vivimos desde hace unas cuántas décadas, tan diverso, acelerado y globalizado. De los numerosos, variados y profundos avances en la disponibilidad no sólo de información, sino de las formas y modos de acceder a la misma, de interactuar, crear, modificar, compartir, así como de la manera en que dicho fenómeno, evidencia las limitaciones de la escuela “tradicional” tal como la conocemos hasta ahora. La más común, en la cual se asume como modelo de “suministro de conocimientos” a quienes “no tienen dichos conocimientos”, en este caso, los educandos. Es decir, los niños, jóvenes, y cualquier persona “no educada”. Ese modelo proveniente de llamada “escuela-cárcel”, la “escuela-fábrica”, ya hace varias décadas atrás que está en bancarrota, e ineficacia para los mismos fines que formalmente declara.  En especial, desde que disponemos de manera masiva de las, cada vez más intrusivas y poderosas, tecnologías de la información y comunicación.

Quizá allí en las palabras, en los conceptos originarios de educere y educare pueda estar la clave de lo entrampados que nos encontramos con este asunto de la educación. ¿Necesariamente educar, educere … conducir… implica un edificio, un aula?  ¿En el siglo XXI se puede “conducir”, “guiar” sin que necesariamente se confine a un grupo de niñ@s y jóvenes en un espacio limitado, durante períodos de tiempo limitados,  que llamamos “aula”?

Consideramos que pensando como pensamos hoy día, y viviendo lo que vivimos hoy día, con toda la complejidad de lo que nos rodea en el mundo actual, que este modelo de escuela como edificio de aulas está hoy día cada vez más en franco y acelerado cuestionamiento.

¿Por qué no se piensa primero en los fines de la educación antes de seguir construyendo “aulas”? En nuestro país, en la República Bolivariana de Venezuela debemos respondernos a la sencilla pregunta de:  ¿para qué la educación en un país del siglo XXI que se ha dado una legislación constitucional tan avanzada como la de nuestro país?

Las respuestas a estas importantes interrogantes son justamente las que nos conducen, en primer lugar,  al desarrollo del currículo. En particular, recordemos que el currículo, NO es el libro de los “programas” de las asignaturas.  Es decir, de lo que se trata en el desarrollo del currículo, es de atender a los lineamientos primarios que fundamentan el cómo se organiza la acción educacional de un país, o de una institución en particular, o bien en un grupo o conjunto de educandos. Esto lo que quiere decir, es que la discusión mas importante en la educación es la que corresponde al tema del currículo.

Necesariamente se requiere de otras tantas discusiones referidas a los procesos de enseñanza y aprendizaje, la formación de l@s educador@s, sobre la gestión educacional, la plataforma, los recursos, los sistemas de seguimiento y evaluación, en fin, de todo lo asociado a la actividades inherentes al Sistema Educativo.

En el contexto de este artículo, para nosotros, la escuela NO es el edificio. ¡No! … Obvio que el “edificio” ayuda, pero ya desde hace unas cuantas décadas este concepto de escuela-fábrica, escuela-cárcel, o escuela-depósito, ya no es ni siquiera un modelo eficaz para esas antiguas pretensiones. Invito a cualquiera de nuestr@s docentes a que hagamos una reflexión en torno a temas como este, en el que es muy fácil evidenciar no solo el fracaso de la escuela-cárcel que pretende disciplinar y normalizar a sus jóvenes ocupantes bajo el cuido de sus vigilantes (personal docente), sino lo contraproducente que resulta para la sociedad actual esa insistencia de la continuación de este modelo de “escuela-cárcel”.

Si la escuela tal como la conocemos hoy día, la escuela-cárcel, tiene tres siglos de existencia, no menos cierto, es que la sociedad en su conjunto, el “entorno” que está en franca y opuesta contradicción con tal concepto de escuela, demanda de manera profunda y urgente esa transformación. Pero, el hecho de que todo esté en cuestionamiento, no significa que la escuela-cárcel va a desaparecer de la noche a la mañana. Eso es fantasía.  Hay que reflexionar, analizar, debatir y discutir mucho a la luz del conocimiento de las experiencias históricas, de los hallazgos de las ciencias, del impacto de las modernas tecnologías de información, de las rápidas transformaciones de los pueblos y sus gobiernos, de la realidad impactante del fenómeno de la globalización de la economía y los modos y estilos de vida que estos fenómenos llevan asociados. En fin, de tantos elementos de la sociedad actual que inevitablemente tiene su correlato en la educación y los sistemas educativos.

Y ese debate tiene que llevar necesariamente a repensar los temas programáticos y prácticos del quehacer educativo. De allí que toda discusión de este tipo conduzca a la elaboración de propuestas de plataformas programáticas en los sistemas educativos, porque a fin de cuentas, nadie pretende que el paradigma educacional de tres siglos se diluya, se extinga sin patalear por su propia supervivencia. Necesariamente debe continuar el debate y los ensayos de propuestas programáticas orientadas a facilitar el retroceso y futura retirada del viejo paradigma educacional.

De manera pues, que si la escuela NO es el “edificio de aulas”, ni tampoco es el Ministerio de Educación, ni los pupitres, entonces… ¿qué es la escuela?

Para muchos, es el componente más esencial del Sistema Educativo. Es decir, la escuela es la “entidad” que agrupa a l@s estudiantes que componen un colectivo de personas con características comunes en cuanto a la edad, o bien, a las necesidades de formación de esas personas en razón de sus intereses comunes de ubicación geográfica, costumbres culturales socialmente aceptadas por su específico entorno, y/o tal vez económicos o políticos. La forma que la “escuela” asuma pues, dependerá de la  estructura que le asigne el Sistema Educativo a partir del cómo se organice la superestructura que dirige el Estado, o la forma de organización social y política que una sociedad se haya dado.

En otras palabras, ¿qué impide que no se pueda concebir a la “escuela” como esa parte de la superestructura del Sistema Educativo en la cual se agrupan los educandos según sus intereses y necesidades como individuos formando parte de un colectivo social, y no tanto por sus edades o por su ubicación geográfica? De tal manera que la calificación de formar parte de la superestructura está bien empleado, en las circunstancias actuales en los que desde hace casi dos décadas existen instituciones con buena parte de sus actividades educacionales llevadas en modo “virtual”. Es decir, actividades educacionales o no, cuyo funcionamiento y operación se realiza sobre la base o con el apoyo de sistemas de información educativos, administrativos, de gestión escolar, comunicacionales, interactivos, de investigación, y otros.

Y si la escuela es una “superestructura” del Sistema Educativo entonces NO es necesariamente un edificio. Por tanto la escuela podría estar doquiera que estén ubicados “físicamente” los educandos. De tal manera que lo que el Sistema Educativo provea desde el punto de vista del currículo, más las modernas metodologías, más diversos recursos que la sociedad toda (y su gente) puede poner a disposición, más la ubicación de los educandos, y todo lo que el ingenio humano ha creado y sigue creando para beneficio de las personas y la vida en sociedad, todo eso, debemos considerarlo el entorno que denominamos “escuela”. En síntesis, la escuela está en cualquier lugar que estén los educandos (sea como “clase” o bien, como individuos). Esto, no solo es perfectamente posible hoy día, sino y lo que es más importante, es necesario asumir que los conocimientos, formación y saberes de “hoy” no están precisamente, ni se circunscribe exclusivamente dentro las paredes de un “aula” del edificio escolar. Y eso lo saben cualesquiera de los millones de jóvenes que acuden diariamente a las edificaciones escolares que se suponen van a la escuela a “formarse”, a “educarse”.

Las tecnologías de información, las telecomunicaciones y todas las centenares de combinaciones de tecnologías asociadas y derivadas de éstas facilitan en la actualidad la creación de plataformas muy completas. Capaces de hacer que esa “superestructura” de la cual hemos hablado más arriba, no solo esté a la disposición en cualquier “lugar” tanto en espacio y tiempo a cualquier educando, sino que permite la mayoría de las experiencias educacionales típicas que el Sistema Educativo tradicionalmente diseña y desarrolla e implementa desde el punto de vista del currículo. Y tal vez lo más importante, permite ampliar y personalizar a cada educando cualitativa y cuantitativamente novedosas y variadas experiencias educacionales como nunca antes.

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Hagamos un esfuerzo de imaginación y considerar una manera diferente de concebir este concepto de escuela más allá de lo que comúnmente aceptamos sobre la “escuela como edificio”. Ello, a la luz de las cosas que podemos realizar a partir de los descubrimientos, hallazgos y avances científicos y tecnológicos de nuestros días.

En primer lugar no concebimos una escuela para introducir o “inyectar” contenidos en los estudiantes, eso es absurdo, no tiene ningún sentido desde hace décadas, mucho menos hoy día. Cualquiera puede comprobar que niñ@s y jóvenes son capaces, sin necesidad de ningún “docente”, de acceder a información de manera directa, inmediata, actualizada, variada, amplia y pertinente, y todo eso desde diferentes perspectivas, modos y grados de complejidad. Todo el conocimiento alcanzado y acumulado que constantemente la humanidad crea constantemente a diario, está a la disposición inmediata y en “tiempo real” (o casi “real”) como consecuencia de las facilidades que permiten las modernas tecnologías de información. Es una avalancha avasallante de información multimodal que se incorpora continua y crecientemente a ese océano que llamamos la red de redes o Internet. Algunos han dado en llamar este fenómeno absolutamente real que vivimos como “sociedad del conocimiento“.

De manera pues, que los roles tanto de docentes, como de la institucionalidad que conocemos como escuela no pueden circunscribirse al de la simple transmisión de información y conocimientos. Todo lo contrario, los roles tanto de docentes, como de la institucionalidad que consideramos como “la escuela” es mucho más importante y más exigente que el simple hecho de ser un organizador y transmisor de contenidos.

Se trata de orientar, facilitar, acompañar, apoyar, fomentar, estimular, ayudar a generar preguntas, modelar y representar las actitudes deseables en este mundo actual. Esos son los roles de la educación, y por tanto, de la “escuela” hoy día. Eso es lo que consideramos que es y debería ser la escuela.

Acompañar, por ejemplo, para ayudar a integrar el mundo externo aparentemente caótico y desafiante con el mundo interior también muy cambiante, veloz y crítico de niñ@s y jóvenes. De tal manera que más que exponer contenidos o información en los formatos típicos de la escuela “tradicional”, tales como la conferencia, la lectura o estudio guiado, o la exposición en grupos, lo que debe ser la característica que más resalta de la escuela de hoy es la práctica de la responsabilidad y participación activa de los educandos en su propio aprendizaje de acuerdo a sus intereses, capacidades, orientación y necesidades individuales, colectivas y ciudadanas.

Todo ello es perfectamente posible hoy día basándonos en los hallazgos de la ciencias de la educación y otras que aportan a la actividad educacional (tales como la psicología, por ejemplo). Obviamente que con el auxilio de numerosas herramientas informáticas y sistemas de información que se usan amplia y masivamente en casi todas las esferas de la sociedad. Estos provienen tanto de la industria del entretenimiento y el juego, como de los ambientes de gestión corporativos y comerciales, formativos y de entrenamiento en el mundo del trabajo, o bien de aquellos provenientes del mundo de la investigación científica. Adicionalmente, a diario, se crean e innovan sistemas de información que rápidamente tienen su contra parte aplicativa en los ambientes educacionales.

Un ejemplo típico que se puede extrapolar a los ambientes educacionales, vale decir, a la “escuela”, son los laboratorios virtuales de ciencias y de tecnologías que hacen uso avanzado de las experiencias simuladas. De tal manera que lo más importante es que nuestr@s docentes puedan ayudar, orientar, guiar a la obtención de un mejor aprovechamiento de los educandos en su interacción con los “experimentos virtuales”. Para ello obviamente que l@s mism@s docentes han de participar de manera activa en dichas experiencias “virtuales”. Significa que l@s educador@s además de los conocimientos que se asimilen deben desarrollar habilidades y destrezas de “acompañamiento” de tutoría, de mayor eficacia en la comunicación, por ejemplo, utilizando por ejemplo, tecnologías como la programación neurolingüística y otras.

A partir de esta perspectiva es perfectamente posible visualizar de asumir el concepto de la “escuela”, tanto el espacio físico como su combinación con lo virtual que exige un abordaje muy diferente de la acción pedagógica que permita en consecuencia, una mayor eficacia. De manera que los recursos que hoy día se destinan a la “construcción” de los edificios de “aulas” escolares servirían como punto de partida para la adecuación de las ya existentes instalaciones de “celdas” por un espacio escolar abierto, flexible, tecnológico, integrado, atractivo, interactivo, amplio, interesante y motivante. En definitiva, mucho más allá del concepto medieval de escuela como reunión de “aulas” a la manera de las celdas monásticas de la vieja Europa. Ya es hora que los espacios físicos y los virtuales que dediquemos a la “escuela” sean los adecuados a los tiempos en los cuales vivimos.

Veamos qué quiere decir “espacio escolar abierto, flexible, tecnológico, integrado, atractivo, interactivo, amplio, interesante, motivante…”.  Abierto y flexible indica el sentido de  una escuela que no tenga muros o “rejas” que la delimiten, no solo en lo físico, sino y lo más importante, en lo referente al currículo, sin fronteras y cuya dimensión le permita ampliarse, o bien, ajustarse y adecuarse a su propia comunidad educativa.  Y en este sentido vale la pregunta: y en dónde está el límite de la “escuela”? La respuesta: la misma comunidad educativa es el límite. Todos los que participen en dicha “comunidad” de intereses por el aprendizaje, la formación y autoformación, son el “límite”. De manera que como dijimos anteriormente, puede crecer, disminuir, cambiar, transformarse, en fin, ajustarse según las mismas circunstancias e intereses de dicha comunidad educativa.

El espacio escolar es, en consecuencia, simultáneamente presencial y tecnológico porque es absolutamente necesario incorporar las actividades formativas y de aprendizaje mediante las innumerables herramientas de tecnologías de información y de metodologías en las cuales se ha avanzado a favor de la educación.  Y que, gracias a las mismas tecnologías se encuentran disponibles en este mundo superinterconectado en el cual vivimos. Desde hace rato que la “escuela” debe estar disponible para “ir a casa del educando”, en cualquier momento y cualquier lugar. Y para eso sirven las tecnologías de información. No se puede seguir considerando que necesaria y exclusivamente la escuela es un “edificio” al cual hay que “asistir” como un ente pasivo. Vivimos momentos en el cual la participación de tod@s y cada un@ es un signo de la época. Para eso están las tecnologías. Son habilitadoras de todas esas exigencias, las cuales más que aspiraciones son ya perfectamente no solo posibles, sino necesarias.

De manera pues que el edificio que llamamos “escuela” hoy día es sólo una parte, una faceta de la escuela como espacio educacional. Ya hemos comentado estos aspectos más arriba. Así las cosas, entonces surge la pregunta: ¿en el siglo XXI cómo debería ser este edificio (o estos edificios, porque tampoco se puede concebir como un solo y único edificio)?

Los edificios físicos como ámbitos para la escuela son sumamente necesarios, pero no para contener “aulas”, sino como espacios complejos para el encuentro, para la búsqueda de las orientaciones para los aprendizajes, para la importantísima actividad de socialización de niñ@s y jóvenes,  el aprendizaje con la vivencia y la práctica del colectivo, de las normas y reglas que la sociedad requiere para la sana convivencia entre seres humanos. Para la práctica de la salud, del contacto con las culturas y el gentilicio, la nacionalidad, el contacto físico y el respeto por la naturaleza. En fin, todas las cosas que realmente son importantes en los primeros años de la vida, porque los aprendizajes individuales, aquello que alimenta el intelecto, realmente es un proceso natural de todos los seres humanos. Así que la tecnología educativa se ocupan de esa finalidad, y con el apoyo de las tecnologías de la información se ha potenciado a niveles inimaginables dicha finalidad.

Tal edificio puede y debería incluir espacios destinados a otro tipo de actividades más cónsonas con lo que estamos propugnando. Espacios para experimentar directamente con los fenómenos cotidianos (que a veces llamamos laboratorios) y que niñ@s y jóvenes viven a diario en su propia cotidianidad. Salas de conferencia general, amplias, que incluyan elementos tecnológicos audiovisuales de poderoso apoyo a los conferenciantes, que puedan ser grabadas, clasificadas y almacenadas para su posterior revisión y estudio.  Muchos espacios especiales para que niñ@s y jóvenes lo utilicen para consultas (hoy día les llamamos bibliotecas), por supuesto, con acceso a la Internet (o cualquiera tecnología por venir que lleve a la ampliación de la fronteras humanas), o en su defecto a bases de datos de interés para la educación (estoy es hoy día perfectamente posible sin necesidad de conexiones “en línea” a la Internet). Espacios para la producción de materiales educacionales, espacios para exposiciones y conferencias “en vivo” de maestr@s, expertos o miembros de la sociedad, del entorno.  Espacios destinados especialmente para la expansión recreativa de educand@s (recordemos el papel fundamentalmente formativo de actividades lúdicas y de recreación en niñ@s y jóvenes). En todos los casos existen numerosas herramientas, metodologías y técnicas para el trabajo colaborativo como una manera de mayor eficacia para asumir la formación y las actividades educacionales.

Espacios para la atención personalizada, particular y especialísima de los jóvenes en sus diversas necesidades como individuos tanto como integrantes de colectivo, de la sociedad. Allí es donde reside el verdadero valor de los espacios físicos de la “escuela”. Cuando se crea la ocasión y las oportunidades para la interacción y socialización de l@s educand@s. Esto, es lo más importante. La formación de la ciudadanía. Las reglas, las normas, hay que vivirlas, no solo conocerlas. Y eso, son experiencias físicas, guiadas y respetadas. En el cual el juego, lo lúdico tiene el papel mas importante en la formación de jóvenes y niños.

Las tecnologías informáticas permitirán la disponibilidad de todos los componentes curriculares para todos y cada uno de los integrantes de eso que llamamos escuela o comunidad educativa, en todo momento y en todo espacio. Ya no tiene sentido el “maestro” repetidos de contenidos con esa falsa esperanza de que un “salón de clases” va a “aprender” lo que el maestro le “enseñe”. Así cada estudiante puede ir a su propio ritmo que depende de su personalidad, de sus estados de ánimo, de salud, de interés, de perspectiva. En fin, que lo que ya se sabe desde siempre , y corroborado científicamente, que los seres humanos aprenden individualmente, se construyen significados individualmente, internamente. Y ese proceso es particular y especial para cada individuo. Así que la pretensión de que un “grupo aprenda” mediante métodos de “enseñanza” grupal, no solo es osada, sino que es estadísticamente no eficiente. Así que el edificio de la “escuela”  será mas eficiente en la misma medida que pueda permitir y facilitar a cada uno de los educandos la posibilidad de experimentar sus propios aprendizajes individuales y para ello, la tecnología educativa con el apoyo de las TI es el camino de hacerlo no solo eficiente, sino efectivo.  Aprendizajes de verdad verdad

Por eso, mucho más importante que mantener unas cuantas horas al día,  a lo largo de la semana, arrinconados “a la fuerza” a jóvenes a “pupitres”, confinados en un “aula”, focalizados en una “clase” para que “aprendan” algún tema específico de los “contenidos” pedagógicos… repito, mucho más importante que eso, es la interacción y “guía” de estos jóvenes hacia su integración de manera plena y consciente al colectivo que constituye la sociedad en la cual viven y hacen vida. La oportunidad de formarse durante esta importante fase de la vida en los valores que dicha sociedad se haya dado y que de manera, casi que “natural” siempre trata de dejar como legado a sus miembros más jóvenes. 

Así mismo, los espacios virtuales de la escuela a la larga tendrán de manera creciente la mayor contribución para el fomento y la formación de habilidades, hábitos, destrezas y conocimientos que se haya propuesto el sistema escolar del país y su sociedad para su población. Lo tecnológico propiamente dicho, es decir, las herramientas que se requieren para garantizar la efectividad de dichos espacios virtuales, no es un problema en absoluto. Existen y se crean a diario muchas herramientas. Eso no es ningún problema o carencia. Los verdaderos retos para los espacios virtuales se ubican en las correctas y eficaces propuestas curriculares del programa educativo,  en las tecnologías de la instrucción que la ciencia de la educación ha ensayado y propuesto a lo largo de las últimas décadas, de la elaboración de materiales y recursos pedagógicos, de la evaluación, de la organización escolar propiamente dicha, de la atención personal e individual de educandos. 

En estos temas nos podemos extender, proyectar y diseñar muchos modelos de propuestas para los espacios escolares, pero eso no es objeto de este artículo, sino exponer los verdaderos fundamentos que se ocupan del problema conceptual de la escuela, a partir de los cuales pueden surgir muchas propuestas o modalidades de edificaciones y de funcionamiento de los espacios escolares que deben superar definitivamente y para siempre el modelo de la “escuela cárcel”, llena de “aulas” o como le decíamos en un tiempo “salón de clases”.

De estos retos se derivan numerosas tareas de las cuales ocuparse para apuntar hacia esa escuela que supere al edificio de aulas, entre las cuales está la formación y actualización de docentes para este mundo que ya tenemos encima.  Pero, este es otro capítulo de la educación y a nuestro juicio, el más importante de todos los retos de la educación.

 

1 thought on “¿Es la escuela un edificio de “aulas”?”

  1. Definitivamente en los tiempos actuales se evidencia dia a dia, que la escuela NO es un edificio aunque la casi totalidad de docentes y directivos educacionales sigan considerando que esa es la única manera de entender la escuela.

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